COBROS POR SERVICIOS BANCARIOS
Alejandro Delgado Perea
Socio Director de Consultoría en Finanzas
Las entidades financieras tienen libertad para acordar con sus clientes los precios de los diferentes servicios o productos financieros que ofrecen. En la práctica, y como lo sabe cualquier persona que haya utilizado servicios financieros, tal acuerdo no existe, ya que los contratos asociados con la generalidad de los servicios disponibles, son de adhesión. El gran universo de los clientes no tiene opción alguna de pactar el costo de los servicios. En algunos casos, conoce el costo en el momento de realizar la transacción, si es que queda evidencia del costo en el comprobante de la operación. La mayoría de las veces, se entera del precio por el valor debitado de su cuenta.
La libertad de precios tiene su fundamento ideológico en el libre mercado, en la libre oferta y demanda de servicios. Según la teoría financiera de mercados, la fijación de precios es eficiente sólo en la medida en que el mercado, como tal, sea eficiente. Repasemos las condiciones esenciales de un mercado eficiente: número plural de actores en el cual ninguno de ellos puede ejercer posición predominante; todos disponen de información oportuna, confiable y accesible; los bienes o servicios transados tiene libre movilidad y liquidez; y, finalmente, los costos de transacción son bajos o inexistentes.
El mercado de productos y servicios financieros está lejos de ser eficiente. Y me refiero especialmente a los productos y servicios asociados con las cuentas bancarias, ya que el tema de los intereses, tanto para operaciones activas o pasivas, requiere un análisis distinto. Analicemos una a una las condiciones de un mercado susceptible de fijar sus propios precios, a la luz de la realidad del mercado de servicios bancarios en Colombia.
La pluralidad de los actores del mercado existe. Esta afirmación aplica más a los clientes que a las entidades financieras, que cada vez son menos por cuenta de las frecuentes liquidaciones, fusiones y adquisiciones. En cambio, no hay igualdad de fuerzas al momento de negociar. Los bancos ejercen evidente posición dominante sobre la mayoría de los usuarios. Sólo los clientes importantes pudieran, eventualmente, llegar a establecer una ecuación de igualdad al momento de negociar con una entidad financiera.
La información en cuanto al costo de los servicios no es, en realidad, oportuna. Los valores son publicados en las oficinas. Este mecanismo de información tampoco es eficiente. El extracto mensual es un mejor mecanismo, pero pocas entidades utilizan este medio para avisar a sus clientes, con adecuada claridad y anticipación, el costo de sus servicios.
Los servicios y productos que se transan, en la mayoría de los casos –especialmente aquéllos que atañen con el cliente promedio- no tienen la adecuada movilidad ni liquidez. No resulta fácil cerrar una cuenta corriente para abrirla en otra entidad, ya que, aparte de la complejidad documental del trámite, el cambio de una cuenta puede conllevar impacto operativo, especialmente si la cuenta es utilizada, por ejemplo, como vía de recaudo.
Los costos de transacción –entendidos como el costo inherente al hecho de acordar y pagar por el producto o servicio- se reducen al impuesto a las transacciones financieras, costo que aplica no sólo a los servicios bancarios, sino a la generalidad de las transacciones de cualquier naturaleza que pasan por una cuenta bancaria.
Así las cosas, es claro que no resulta razonable asumir que el mercado de servicios bancarios regulará en forma eficiente sus precios (salvo en el caso de las captaciones y préstamos que, como ya se dijo, no son objeto de esta nota). Por el contrario, los bancos aprovecharán, como en efecto lo hacen, su posición dominante para fijar unilateral y arbitrariamente los costos que cargan a sus clientes.
La Superintendencia Bancaria está llamada a intervenir en este tema y esperamos que se pronuncie sobre el particular –así como esperamos que lo hagan los usuarios del sistema bancario-. Una revisión de la andanada de alzas en los costos tradicionales y de los costos nuevos en los últimos años, permitirá cuantificar la inequidad. La Superintendencia puede calcular indicadores elocuentes que permitan ver en quémedida las utilidades de los bancos se explican por la intermediación financiera, quintaesencia de estas entidades y motor de una economía con opciones, y en quémedida se explican por cargos a operaciones bancarias que antes, a pesar de ser ineficientes y, por ello, más costosas, no se cargaban a los clientes.
No estoy sugiriendo que se fijen por vía administrativa los costos, aunque no descarto que la Superintendencia prohíba o limite cobros a ciertos productos o servicios. En cambio, la Superintendencia sí podría establecer, en aras del equilibrio contractual y adecuado consenso entre entidades y clientes, que los precios se fijen, por ejemplo, a comienzo de año, y que no puedan ser modificados en el año, salvo motivos excepcionales sometidos a consideración de la Superintendencia. Si se exige, además, que tales precios sean publicados en la prensa nacional, los usuarios podrían ponderar el verdadero costo de sus cuentas bancarias, compararlos con certeza con los precios de las demás entidades y, así, decidir cuál es la entidad en la que mantendrán sus cuentas.